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Agricultura ecológica o agricultura convencional ¿qué es lo mejor para mí?

Una de las cosas que me gusta hacer en mi blog es revelar creencias que considero importantes. Por ejemplo, me sorprende mucho cuando escucho a alguien decir que los alimentos etiquetados como ecológicos son mejores para nuestra salud.

Veamos entonces, ¡hablemos de agricultura ecológica!

Hace diez años no existía la Certificación Ecológica en Europa. Después de casi 29 años de gestación por parte de los estados miembros, entró en vigor el Reglamento Europeo en 2009 para garantizar la protección de los consumidores frente a la crecida llegada en el mercado de productos con sobreprecios y que proclamaban diversos beneficios para la salud.

Pese a la lentitud administrativa, la llegada de esta certificación fue el punto de partida de una frenética odisea empresarial en las ventas de productos ecológicos que aumentaron casi un 11% y alcanzaron los 37,3 mil millones de euros apenas 8 años después de que la Certificación Ecológica viese la luz. El Instituto de Investigación de Agricultura Ecológica (FiBL) publica anualmente los datos de este mercado en el que Alemania se posiciona como el mercado más grande de Europa con 10 mil millones de euros en ventas y España, con más de 2 millones de hectáreas, continúa siendo años tras años el país con más hectáreas dedicadas a la producción ecológica en Europa.

Y, a pesar del hecho de que los alimentos ecológicos cuestan mucho más que los producidos por métodos convencionales, el consumidor elige cada vez más productos ecológicos para llenar su cesta porque según encuestas creen que son mejores alimentos. Escucho con frecuencia la gente decir: los alimentos ecológicos son más nutritivos y además ayudan a salvar al planeta de los males de la agricultura convencional: un beneficio mutuo completo. ¿Quién no compraría productos ecológicos cuando suena tan bien?

Aquí está la cosa: hay muchas creencias sobre los alimentos ecológicos y mucha propaganda que rara vez se entiende. Ahora, antes de que me critiques demasiado, permítame decir inequívocamente que no estoy diciendo que la agricultura ecológica sea mala, ni mucho menos. Hay algunos aspectos positivos y muchos beneficios que provienen de métodos utilizados en la agricultura ecológica. Por ejemplo, el uso de bacterias y hongos beneficiosos que aumentan la fertilidad de los suelos; la preocupación de los agricultores ecológicos por frenar la degradación del suelo ante la intensificación de la producción agraria; o los esfuerzos que se hace para alejarse de los monocultivos son fantásticos (las rotaciones de cultivos y la siembra mixta son mucho mejores para el suelo y el medio ambiente).Hay muchas tecnologías y procedimiento realmente novedosos y útil para producir mejor, pero la agricultura ecológica en su globalidad tal y como la desarrollamos hoy en día tiene poco de sostenible. Mi objetivo en esta publicación no es atacar a la producción ecológica, sino desmontar las peores creencias que la rodea para que todos puedan juzgar la agricultura ecológica en función de los hechos.

En particular, hay cuatro creencias que simplemente me vuelven loca.

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Cosas que debes saber sobre la diabólica manzana transgénica.

¿Quién quiere comer manzanas transgénicas?

GMO_apple«Oh là là! Quelle catastrophe!«, contestarían la mayoría de los franceses frente a esta aberración, “ni pensarlo… no es «Bio»«. El español detractor medio aplaudirá esta posición, cuando a su vez, su compatriota pro-biotecnología intenté razonar los pros y contras de este gran desafió. ¿Pero y los americanos?, esta fue básicamente la pregunta a la que se enfrentó el público de los Estados Unidos a principio del 2014. En aquel entonces, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) estudió la puesta en el mercado para el consumo humano de dos variedades de manzanas transgénicas confeccionadas por la compañía biotecnológica canadiense Okanagan Specialty Fruits (OSF): una Golden y una Granny Smith. Al contrario de lo que podríamos pensar, estos dos Organismos Genéticamente Modificados (OGM) llamados «Arctic Apple» no tienen «algo de más” en comparación con las manzanas tradicionales, sino que tienen “algo de menos”: no se vuelven marrones.

Si ya has tenido la idea descabellada de preparar con antelación una ensalada de frutas y poner manzanas cortadas en dados, seguramente te lamentaste al ver el resultado desastroso en la que se había convertido tu ensalada: las manzanas se habían convertido en un ser marrón de estética desagradable, todo un fracaso. Al igual que si empezaste a comer una manzana y tuviste que dejar de comer durante unos minutos, en muy poco tiempo empezaron a aparecer marcas de color marrón en el lugar donde mordiste… ¿Ya no apetece tanto seguir comiéndola verdad?

Para entender lo que sucede se requiere una pequeña aclaración química. Cuando se parte una manzana, ya sea debido a un golpe, por el filo de un cuchillo o por los dientes, las paredes de las células dañadas se rompen, liberando los compuestos fenólicos contenidos en el mismo. Dentro de la célula también se encuentra presente una enzima, la polifenol oxidasa (PPO), el cómplice. El tercer elemento culpable de este fatal desenlace es ni más ni menos que el oxígeno del aire. Al estar en contacto con el aire y gracias a la PPO, los compuestos fenólicos se oxidan y se convierten… ¡en pigmentos orgánicos!, de ahí el color marrón obtenido. Los químicos nombraron de hecho a la reacción «pardeamiento enzimático«. Para prevenir o reducir la velocidad de esta reacción se conocen varias técnicas. Para la ensalada de fruta: se aconseja añadir el zumo de un limón (el ácido ascórbico que contiene tiene propiedades antioxidantes); para el almacenamiento: el refrigerador que ralentiza el proceso. Para la fabricación industrial de frutas cortadas, existen otras soluciones: almacenamiento en atmósfera modificada con nitrógeno, que elimina el oxígeno, o la adición de conservantes.


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Hoy tenemos la solución OGM para evitar el pardeamiento enzimático: quitamos uno de sus actores.

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